Mirada exterior: prevención de la miopía en niños
Sobre la primera medida consensuada para prevenir la miopía.
Jano.es
Por fin hay un atisbo de consenso científico para la prevención de la miopía en niños predispuestos: realizar al menos un par de horas diarias de actividades al aire libre. Si el riesgo de desarrollar miopía para un niño con ambos padres miopes es del 60% (6 de cada 10), con esta medida el riesgo cae al 20% (2 de cada 10). Estos datos, obtenidos en un estudio de la Ohio Statal University publicado en 2007 en Investigative Ophtalmology & Visual Sciences (DOI:10.1167/iovs.06-1118), han sido apuntalado ahora por otros estudios realizados en EE UU, Australia y Asia, presentados en el 12º Congreso Internacional sobre Miopía celebrado en julio pasado en Australia y publicados en enero de 2009 en Optometry and Vision Science. La conclusión global que sustenta esta primera medida preventiva de consenso es que el ojo infantil con propensión a miopizar debe salir a la calle y fomentar la mirada exterior.
La miopía es uno de los problemas de salud pública más descuidados. Probablemente no sea un asunto muy grave y, además, los tratamientos actuales (gafas graduadas, lentes de contacto y corrección quirúrgica) aportan soluciones eficaces, pero el que ya haya 1.600 millones de miopes en todo el mundo y pueda haber 2.500 en 2020 no deja de ser preocupante. La alarma es doble: además del constante aumento de la prevalencia, preocupa la falta de suficientes estudios sobre la influencia de los factores genéticos y ambientales en el desarrollo de este defecto visual. Sobre los genes asociados con la miopía se sabe poco o muy poco. En un reciente artículo de revisión sobre la genética molecular de la miopía humana, publicado en Optometry and Vision Science se reconocía que “los genes de la susceptibilidad a la miopía son desconocidos, con pocos estudios de asociación llevados a cabo, y sin confirmación en otros estudios de laboratorio o en diferentes cohortes de pacientes”. Pero es que tampoco hay resultados concluyentes sobre la influencia del trabajo visual de cerca (lectura, televisión, ordenadores) y otros factores ambientales. La incosistencia de los resultados y la diversidad de opiniones han sido hasta ahora la tónica en este área de investigación. Por eso hay que felicitarse porque por fin haya un primer punto de acuerdo entre los investigadores sobre una recomendación para prevenir la miopía en niños predispuestos.
Sin embargo, el esclarecimiento de la influencia de la genética y los factores ambientales está lejos de ser aclarado. Cabe suponer que la miopía es una visión especializada en distancias cortas y que los ojos que se desarrollan en espacios cerrados, con una importante carga de trabajo visual de proximidad, son más propensos a hacerse miopes cuando hay una predisposición genética, pero los estudios actuales no explican suficientemente esta hipótesis. El desarrollo de la miopía en la infancia está fuertemente influido por la genética y parece asociarse con una falta de actividad visual al aire libre y con un mayor nivel de educación. Pero ir más allá, por ahora, es sólo especular.
DR PEDRO GARROTT
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sábado, 31 de julio de 2010
PREVENCIÓN DE LA MIOPÍA EN NIÑOS
Mirada exterior: prevención de la miopía en niños
Sobre la primera medida consensuada para prevenir la miopía.
Jano.es
Por fin hay un atisbo de consenso científico para la prevención de la miopía en niños predispuestos: realizar al menos un par de horas diarias de actividades al aire libre. Si el riesgo de desarrollar miopía para un niño con ambos padres miopes es del 60% (6 de cada 10), con esta medida el riesgo cae al 20% (2 de cada 10). Estos datos, obtenidos en un estudio de la Ohio Statal University publicado en 2007 en Investigative Ophtalmology & Visual Sciences (DOI:10.1167/iovs.06-1118), han sido apuntalado ahora por otros estudios realizados en EE UU, Australia y Asia, presentados en el 12º Congreso Internacional sobre Miopía celebrado en julio pasado en Australia y publicados en enero de 2009 en Optometry and Vision Science. La conclusión global que sustenta esta primera medida preventiva de consenso es que el ojo infantil con propensión a miopizar debe salir a la calle y fomentar la mirada exterior.
La miopía es uno de los problemas de salud pública más descuidados. Probablemente no sea un asunto muy grave y, además, los tratamientos actuales (gafas graduadas, lentes de contacto y corrección quirúrgica) aportan soluciones eficaces, pero el que ya haya 1.600 millones de miopes en todo el mundo y pueda haber 2.500 en 2020 no deja de ser preocupante. La alarma es doble: además del constante aumento de la prevalencia, preocupa la falta de suficientes estudios sobre la influencia de los factores genéticos y ambientales en el desarrollo de este defecto visual. Sobre los genes asociados con la miopía se sabe poco o muy poco. En un reciente artículo de revisión sobre la genética molecular de la miopía humana, publicado en Optometry and Vision Science se reconocía que “los genes de la susceptibilidad a la miopía son desconocidos, con pocos estudios de asociación llevados a cabo, y sin confirmación en otros estudios de laboratorio o en diferentes cohortes de pacientes”. Pero es que tampoco hay resultados concluyentes sobre la influencia del trabajo visual de cerca (lectura, televisión, ordenadores) y otros factores ambientales. La incosistencia de los resultados y la diversidad de opiniones han sido hasta ahora la tónica en este área de investigación. Por eso hay que felicitarse porque por fin haya un primer punto de acuerdo entre los investigadores sobre una recomendación para prevenir la miopía en niños predispuestos.
Sin embargo, el esclarecimiento de la influencia de la genética y los factores ambientales está lejos de ser aclarado. Cabe suponer que la miopía es una visión especializada en distancias cortas y que los ojos que se desarrollan en espacios cerrados, con una importante carga de trabajo visual de proximidad, son más propensos a hacerse miopes cuando hay una predisposición genética, pero los estudios actuales no explican suficientemente esta hipótesis. El desarrollo de la miopía en la infancia está fuertemente influido por la genética y parece asociarse con una falta de actividad visual al aire libre y con un mayor nivel de educación. Pero ir más allá, por ahora, es sólo especular.
DR PEDRO GARROTT
Sobre la primera medida consensuada para prevenir la miopía.
Jano.es
Por fin hay un atisbo de consenso científico para la prevención de la miopía en niños predispuestos: realizar al menos un par de horas diarias de actividades al aire libre. Si el riesgo de desarrollar miopía para un niño con ambos padres miopes es del 60% (6 de cada 10), con esta medida el riesgo cae al 20% (2 de cada 10). Estos datos, obtenidos en un estudio de la Ohio Statal University publicado en 2007 en Investigative Ophtalmology & Visual Sciences (DOI:10.1167/iovs.06-1118), han sido apuntalado ahora por otros estudios realizados en EE UU, Australia y Asia, presentados en el 12º Congreso Internacional sobre Miopía celebrado en julio pasado en Australia y publicados en enero de 2009 en Optometry and Vision Science. La conclusión global que sustenta esta primera medida preventiva de consenso es que el ojo infantil con propensión a miopizar debe salir a la calle y fomentar la mirada exterior.
La miopía es uno de los problemas de salud pública más descuidados. Probablemente no sea un asunto muy grave y, además, los tratamientos actuales (gafas graduadas, lentes de contacto y corrección quirúrgica) aportan soluciones eficaces, pero el que ya haya 1.600 millones de miopes en todo el mundo y pueda haber 2.500 en 2020 no deja de ser preocupante. La alarma es doble: además del constante aumento de la prevalencia, preocupa la falta de suficientes estudios sobre la influencia de los factores genéticos y ambientales en el desarrollo de este defecto visual. Sobre los genes asociados con la miopía se sabe poco o muy poco. En un reciente artículo de revisión sobre la genética molecular de la miopía humana, publicado en Optometry and Vision Science se reconocía que “los genes de la susceptibilidad a la miopía son desconocidos, con pocos estudios de asociación llevados a cabo, y sin confirmación en otros estudios de laboratorio o en diferentes cohortes de pacientes”. Pero es que tampoco hay resultados concluyentes sobre la influencia del trabajo visual de cerca (lectura, televisión, ordenadores) y otros factores ambientales. La incosistencia de los resultados y la diversidad de opiniones han sido hasta ahora la tónica en este área de investigación. Por eso hay que felicitarse porque por fin haya un primer punto de acuerdo entre los investigadores sobre una recomendación para prevenir la miopía en niños predispuestos.
Sin embargo, el esclarecimiento de la influencia de la genética y los factores ambientales está lejos de ser aclarado. Cabe suponer que la miopía es una visión especializada en distancias cortas y que los ojos que se desarrollan en espacios cerrados, con una importante carga de trabajo visual de proximidad, son más propensos a hacerse miopes cuando hay una predisposición genética, pero los estudios actuales no explican suficientemente esta hipótesis. El desarrollo de la miopía en la infancia está fuertemente influido por la genética y parece asociarse con una falta de actividad visual al aire libre y con un mayor nivel de educación. Pero ir más allá, por ahora, es sólo especular.
DR PEDRO GARROTT
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