El congreso de la ASCO constata que los nuevos fármacos mejoran la supervivencia y anuncia más dianas terapéuticas.
La investigación en el cáncer es un proceso metódico que pasa por fases de excitación y otras de consolidación. Ahora, a la espera de resultados más impactantes, se vive una fase de afianzamiento del nuevo arsenal terapéutico frente a dianas moleculares que está consiguiendo aumentar la supervivencia, incluso en los tumores más huérfanos de medicamentos. Y es que el mayor conocimiento de los mecanismos moleculares implicados en los procesos tumorales está permitiendo identificar un mayor número de dianas para nuevos fármacos y consolidar las nuevas terapias biológicas, aunque, por ahora, no permite olvidar la quimioterapia clásica.
No son malas las noticias del Congreso Anual de la Sociedad Americana de Oncología, que ha reunido a más de 25.000 personas en Chicago del 1 al 5 de junio. Pero tampoco han sido sorprendentes. “Estamos”, dijo Roy Herbst, del Anderson Cancer Center (Tejas), “en un momento de espera, en el que los nuevos tratamientos biológicos dirigidos a dianas específicas empiezan a establecerse”. Poco a poco, “vamos aprendiendo más de las alteraciones genéticas de algunos tumores que nos pueden guiar en su tratamiento y mejorar los resultados”, añade.
Los nuevos fármacos.
Desde la llegada del primer fármaco de esta nueva generación, que actúa sobre una proteína mutada que conduce al desarrollo del tumor, son muchas las moléculas que están en diversas fases de investigación clínica y, sobre todo, básica: inhibidores de receptores o de factores implicados en la formación de tumores o moléculas que actúan sobre los genes o proteínas mutados. Estas terapias, según Dean Bajorin, del Centro del Cáncer Memorial Sloan-Kettering de Nueva York, están “dirigidas hacia dianas específicas que atacan el cáncer, pero sin destruir las células sanas” y están demostrando ser muy útiles para aquellos tumores resistentes a los tratamientos actuales. Además, se administran oralmente y reducen los efectos tóxicos de la quimioterapia convencional.
Angiogénesis.
Han sido muchos los estudios presentados en el congreso americano que han analizado la eficacia de nuevos fármacos que cortan el suministro de sangre de los tumores y, “por ello, impiden que sigan creciendo”, explica Joaquín Bellmunt, del hospital del Mar (Barcelona). Los medicamentos antiangiogénicos evitan o inhiben el crecimiento de los vasos sanguíneos (angiogénesis) que suministran nutrientes y oxígeno a las células cancerosas. “No son tratamientos curativos”, apunta Bellmunt, “pero logran estabilizar el tumor al impedir su progresión”, por lo que aumentan la supervivencia de los pacientes.
La diana de estos productos son los factores que promueven el crecimiento de los vasos sanguíneos. “Es un punto débil en el mecanismo de producción tumoral”, aseguró Bernard Escudier en la presentación del estudio Avoren, realizado en Europa en pacientes con cáncer de riñón. Escudier, inmunoterapeuta del Instituto Gustave Roussy (Francia), señaló que, en el cáncer de riñón “están surgiendo un gran número de terapias dirigidas” contra este tipo de dianas con “buenos resultados”.
Cáncer de riñón.
Es uno de los más frecuentes; cada año, más de 200.000 personas son diagnosticadas de cáncer de riñón en todo el mundo, la mayoría varones, y más de 100.000 perderán la vida por culpa del tumor. La supervivencia del carcinoma de células renales (el más frecuente: nueve de cada 10 casos), si se hace en una fase avanzada, es menor del 5%. “Al tratarse de un tipo de tumor a menudo asintomático, la mayoría de pacientes se detectan en etapas avanzadas”, apunta Bellmunt, cuyo hospital ha participado en el estudio.
Junto con el producto evaluado en este trabajo (bevacizumab), hay otras dos terapias biológicas contra el cáncer renal: sorafenib y suritinib. Los tres tienen como diana la inhibición de la angiogénesis y, según Bellmunt, en un futuro, “podrían combinarse, junto a otros antiangiogénicos”, para mejorar la respuesta de los pacientes.
Avances en otros tumores.
Otro tipo de tumores, como el cáncer de tiroides, el de pulmón, el de páncreas, el de ovario resistente, el de cabeza y cuello o algunos tipos de leucemia, también se están beneficiando de las terapias biológicas. En unos casos con moléculas antiangiogénicas o en otros con productos dirigidos a los genes o proteínas implicadas en la progresión y crecimiento de los tumores, como el receptor del factor epidérmico humano o el del factor de crecimiento endotelial vascular. Algunos de estos inhibidores de la formación de vasos sanguíneos, comentó Ezra Cohen, de la Universidad de Chicago, “representan la nueva frontera en el tratamiento del cáncer de tiroides”, para cuyos pacientes “hace tan sólo tres años había pocas opciones terapéuticas”.
El caso del cáncer de pulmón.
En este tumor también existen múltiples aproximaciones con terapias biológicas que están aportando resultados prometedores. El cáncer de pulmón es el tumor más frecuente en el mundo; cada año se diagnostican más de 1,2 millones de nuevos casos en todo el mundo, de los que 10.000 corresponden a España. Según Bartomeu Bassuti, del hospital General de Alicante, los fármacos que actúan sobre el receptor del factor de crecimiento epidérmico humano (HER-1) están demostrando “tener un impacto positivo en la supervivencia”.
Además, una nueva diana terapéutica puede beneficiar a los pacientes con cáncer de pulmón. Se trata del “modelo de metagen pulmonar”, que puede resultar muy útil para predecir qué pacientes tienen una mayor probabilidad de sufrir una recaída tras el tratamiento con cirugía. “Hemos cerrado el círculo”, dijo Anil Potti, de la Universidad de Duke. “Podemos predecir la recurrencia del tumor, identificar las vías moleculares de señalización que conducen al crecimiento del cáncer en fases avanzadas” y atacar dichas señales con fármacos dirigidos. En su opinión, los datos suponen “un gran paso para mejorar la tasa de curación en este tumor”.
Crisis de financiación.
Sin embargo, es posible que toda esta locomotora investigadora en cáncer termine por detenerse si, como parece, se cumplen los peores augurios. El presidente de la Sociedad Americana de Oncología, Gabriel Hortobagyi, denunció que la financiación de la investigación del cáncer “en los últimos cuatros años se ha reducido en un 12%”. Según Hortobagyi, esta reducción podría detener “los extraordinarios avances en biomedicina que se han producido en la última década” que han logrado “una reducción en la tasa de mortalidad por cáncer por vez primera en 70 años”.
Mucho más duro se mostró el presidente del Instituto Nacional del Cáncer. “Menos terrorismo y más investigación”, señaló John Niederhuber. El problema no es exclusivo de EE UU, porque muchas investigaciones tienen carácter internacional. Por eso, a la protesta se sumaron también los oncólogos extranjeros, incluidos los españoles, que ven con preocupación esta disminución de fondos para la investigación y que eso repercuta en el resto del mundo.
Del tiburón al ginseng
Por primera vez, los oncólogos volvieron los ojos a la medicina alternativa y esta vez no sólo para criticarla. En esta edición se presentaron estudios rigurosos que examinaban el valor de los productos más utilizados. El veredicto fue dispar. Los estudios concluyen que el ginseng -el remedio herbal más popular- combate el cansancio y la debilidad. También respaldan a las semillas de lino o la linaza para retrasar el crecimiento de los tumores de próstata. Sin embargo, los ensayos tiran por tierra las propiedades del cartílago de tiburón en el cáncer de pulmón.
Frenar la progresión del tumor
La supervivencia en algunos tumores es, en ocasiones, cuestión de meses. No obstante, cualquier avance es bien acogido por la comunidad científica, sobre todo si se trata de tumores con pocas opciones terapéuticas. Éste es el caso de un estudio realizado en el hospital Clinic de Barcelona presentado en sesión plenaria cuyos resultados señalan que un inhibidor de la tirosina cinasa, aumenta la supervivencia “de los pacientes con cáncer de hígado avanzado en un 44%”. Es decir, pasan de una supervivencia media de 7,9 meses a 10,7 meses.
Aunque pequeño, este aumento es muy importante “porque no había tratamiento para estos pacientes”, explica José María Llovet, coordinador del estudio. Por primera vez “tenemos una terapia sistémica efectiva para el cáncer hepático”. El tumor de hígado primario o hepatocarcinoma es la forma más frecuente de cáncer hepático. Está relacionado con la hepatitis C, la B y la ingesta excesiva de alcohol y en el 60% de los casos se diagnostica en fases avanzadas, “cuando los tratamientos sirven sólo en determinados pacientes”, señala el hepatólogo del Clinic Jordi Bruix. Además, casi el 20%-30% de los pacientes en lista de espera para recibir un trasplante “son personas con tumores hepáticos”.
En opinión de Bruix, el fármaco obedece a un “nuevo concepto” ya que “no se dirige a matar o reducir el tumor”, sino a “evitar la progresión de la enfermedad a través del bloqueo de la formación de nuevos vasos sanguíneos”.
El cambio de concepto o paradigma al que alude Bruix significa convertir al tumor en una enfermedad crónica o “cronificar el cáncer”, en palabras de Llovet. “Se trata de demorar la progresión del tumor”, pero siempre “con buena calidad de vida para el enfermo”. Se puede llegar a pensar que si estas nuevas alternativas terapéuticas logran frenar totalmente la progresión, el cáncer en general, y el de hígado en particular, dejará de conducir inevitablemente a la muerte.